top of page

CICLOS

El otro día un amigo de aquí, de Colombia, me preguntó:

- ¿Qué te hizo querer irte de Argentina? –

A lo que le respondí:

- Lo mismo que me va a hacer querer irme la próxima vez –



Una de las respuestas más claras que encontré en mis últimas semanas de ermitaño en Santa Elena es que yo NECESITO vivir en Ciclos.

Así.

No es una idea, no es una sospecha, no es un antojo temporal.

NECESITO VIVIR EN CICLOS.



Si hay algo que me atrae tanto de compartir tiempo con mis amigas mujeres, es que las mujeres saben darse el permiso para vivir en ciclos. Su cuerpo se maneja en ciclos biológicos que le afectan lo emocional y lo físico por igual.

Hay algo liberador y… honesto sobre permitirse vivir en ciclos. Ir y volver. Enojarse y amigarse con las cosas, la gente, las ideas y hasta con uno mismo. Equivocarse y corregirse. Es como someter todo a una constante revisión y actualización.

¡Y tiene sentido! Jamás pude relacionarme bien con esas personas que son siempre “iguales”, “constantes”.

Por un lado, me parece una mentira absoluta, porque el tiempo es una de las piezas principales del rompecabezas que todos conformamos, y va mutando y variando. Cualquier persona sensible puede reconocer que las cosas no son nunca iguales. Y, por otro lado, tengo que confesar, siempre me dio un poco de envidia.


- Quiero ir a Bolivia – le digo a mi papá.

Y él siempre me contesta algo como:

- Seguro podés conseguir trabajo ahí –

Para él, la única motivación existente es buscar estabilidad donde sea que estes.


Mi hermana se enoja cuando le digo que tengo un buen día después de haber tenido varios malos, sin ningún motivo aparente. Como si el malestar solo se pudiera cortar con un cambio externo abrupto, y no a través de sutilezas y recapacitaciones personales, o, simplemente, destrabando la energía que ponemos en las cosas y dejándolas fluir.


Muchos de mis amigos ya no me quien ni escuchar. Todos están cansados de oír cómo ver tal o cual película me cambió la vida, o cómo descubrir tal o cuál músico me hizo replantearme mi relación con el mundo (ejemplo: Björk. ¡No sé por qué nadie quiere hablar de Björk! Jajajaaja).


Cada vez que termino una relación, no queda muy en claro para nadie. A veces ni siquiera para mí. Pero es un impulso, algo que siento, algo conectado a un Ciclo interno que me pide buscar cosas nuevas. Es una fuerza tan poderosa e innegable que no la puedo callar. Son señales acumulándose a mi alrededor, por doquier, y contándome la historia de por qué esto o aquello ya no tiene sentido.


Claro que esto de “vivir en Ciclos” parece una locura para alguien tan aferrado, codependiente y falto de autoestima como yo. ¡Una locura! Es casi como si atentara contra todas las otras partes de mi ser.

Y, un poco, sí… Pero también se complementa.

Me di cuenta que, durante los años, fui intercalando entre una vida súper conformista y rutinaria, y un cambio súper abrupto después. A veces, ni me explico de dónde saqué los huevos para hacer semejantes cambios o tomar tamañas decisiones. ¡Pero lo hago!

Es por eso que mis Ciclos son sutiles, e internos. Silenciosos. Y me llevan mucho tiempo. Y es por eso, también, que necesito amigos con los que pueda hablar de estas cosas, documentarlas. Es por eso que necesito escribir.

Porque, incluso, cuando no se manifiesten exteriormente, mis cambios son constantes y enormes.


Hace unos días Marina (una cordobesa que está viviendo aquí y con la que tenemos mateadas pendientes hace un mes) me presentó el Horóscopo Maya. En él soy Lechuza. Y creo que ningún otro horóscopo describe mi búsqueda constante tanto como lo hace este. ¡Buscá el tuyo, te lo recomiendo!



En fin… Que tengo una luna en el cuerpo y me vengo a dar cuenta recién ahora, en esta quietud y esta soledad.

Eso es lo bueno de trabajar en conectarse con uno mismo.


Después de tantas luchas sangrientas conmigo mismo; después de juzgarme por no encontrar caminos definitivos ni pasiones que me perduren por lo largo de los años; después de justificarme ante los demás y castigarme a mí mismo, después de sentir que “había algo mal conmigo”, llego a la conclusión:


ES DEFINITIVO: NUNCA VOY A SER DEFINITIVO.


MI VIDA EN UN RENGLÓN

bottom of page