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DE HOMBRES Y PRÍNCIPES AZULES...

Las piezas se van juntando, de a poco. Formando no sé qué aún, pero formando algo, una masa, que empieza a tener sentido y peso en mi consiente.

Creo que mi investigación personal comenzó hace muuuchos, muchísimos años atrás, cuando -sin saberlo- estaba estudiando metódicamente qué factores me diferenciaban tanto del resto de los humanos de sexo masculino. Circa mis 10 u 11 años de edad, creo.


Me era obvio que había una calidad impulsiva, animal, sin miedo alguno, que brotaba de los poros hasta la conducta de mis congéneres y que en mí no ocurría. Por el contrario: me desorientaba y asustaba.

Ahí comencé a sentirme “distinto”, a saberme “distinto”. Comencé a aislarme y hundirme más y más en mis juegos solitarios y fantasiosos, a valerme de mi escritura y mis dibujos, del mundo creativo e interminable del que podía disfrutar sin sentirme “raro”, sin costo alguno…

Claro, el entorno social no ayudó para nada. La respuesta inmediata de mi familia y personas cercanas fue, naturalmente, presionarme para tratar de ENCAJAR, en lugar de motivarme, resaltar mis fortalezas e individualidad, alimentar mi autoestima, para que me sienta CAPAZ y NORMAL. Pero sus reacciones partían de un lugar de desesperación y culpa. Lo entiendo. Lo que, lógicamente, yo también sentía y cargaba como una gran mochila sobre mis hombros.

El resultado no fue bueno (de esperarse ¿No?). Pero tampoco fue malo. Fue lo que fue. Y queda conformarse con ello. (Si sos de l@s que creen en que todo tiene un “por qué”, bienvenid@)


En fin, creo que en ese momento casi que sospechaba que no era yo el que estaba mal, sino la gente alrededor mío que creía en estereotipos y que sentía las presiones más de lo que las sentía yo. Y lo que pasó fue que SE ME PEGÓ.


Últimamente el tema de la igualdad de géneros pasó a ocupar uno de los primeros puestos en mi agenda de “temas a masticar”.


Me vengo cruzando hace muchos meses con distintos ejemplos de violencia de género (de todos los matices imaginables) y situaciones de injusticia social. Racismo, homofobia, desigualdad social y económica, mensajes subliminales en todas partes que –como zombis- vamos contagiando de generación en generación. ¡¡Y es tan difícil estar atento a todo, todo el tiempo!!


Estábamos con Bodra mirándonos al espejo, hablando sobre lo que veíamos “mal” en nuestros cuerpos… O en lo que nos hicieron creer que estaba mal en nuestros cuerpos…

Los dos en ropa interior, a las 10 a.m., uno al lado del otro, en una de esas situaciones en las que nos solemos encontrar siempre pero que nunca descubrimos cómo llegamos hasta ahí.


- Mirá, no tengo un cuerpo Masculino!!! No tengo cuerpo de Hombre!!! -


Ella no entendió a lo que me refería.

Así que tuvimos que empezar una de nuestras conversaciones de dos horas de duración… (Obvio!).


Como muchas otras mujeres que conocí, Bodra hizo referencia de las Princesas de los cuentos de hadas, y cómo desde niñas a las mujeres se les enseña que eso ES ser femenina, ser mujer. Cosa que sé muy bien: tengo sobrina y te juro que no soporto un segundo más del mundo rosa, consumista y ficticio con el que les lavan el cerebro (y nosotros lo permitimos!!!) a nuestras niñas.


- ¿Y qué hay del príncipe Azul?- le pregunté enardecido - ¿Alguna vez lo miraste? ¿Alguna vez te pusiste a pensar en lo que el príncipe azul es para los niños? -


Hay solo dos cosas que se les exige a los Príncipes Azules: ser valiente y encantador.


Nada más.


Y, por supuesto, los Príncipes son Príncipes, lo que significa que son exitosos y ricos.



El Zapo se convierte en un hermoso y musculoso Príncipe con un beso de su amada.

La Bestia de “La Bella y La Bestia” se convierte en un hermoso y musculoso Príncipe con un beso de su amada.

Quasimodo… El pobre Quasimodo no se convierte en nada… y entonces NO se queda con la chica.


¿Por qué la princesa nunca se quedó con el lacayo, o el conductor de la carroza, o el guardia del castillo? ¡¿Por qué nunca se enamoró del campesino?!

¿Es SOLO eso lo que significa SER HOMBRE? ¿Ser valiente y exitoso?


¿Realmente los hombres son básicos y se comportan como animales a los que lo único que les interesa hacer es tener sexo con jovencitas, dedicarse al trabajo?

¿O es lo único que les enseñamos –y les permitimos- hacer?


Un reciente estudio de la "Universidad De Lo Que Piensa Alejandro Mientras Se Corta Las Uñas De Los Pies" demostró que todos estamos sujetos a presiones de género. TODOS POR IGUAL.


Por supuesto que al ser esta una sociedad machista, el hombre tiene más beneficios que las mujeres. Pero estos beneficios no lo liberan de formar parte de las mandatos sociales y culturales.


La mujer, por ejemplo (y este es solo UNO de los ejemplos), tiene una gran presión que el hombre no tiene con respecto a su estética e imagen física. Pero esa presión creada sobre las mujeres también es, ni más ni menos, que otra forma de hacerlas formar parte de la cadena de consumismo.

24hs diarias las mujeres están bombardeadas con información directa y subliminal del tipo: comprá esta ropa, comprá estos zapatos, ponete esta crema, hacete esto en el pelo, para ser más sexy y joven y atractiva, para tener un mejor esposo (o un Príncipe Azul…).


Los hombres, por su parte, también forman parte de la cadena de consumismo, pero el camino es más directo: hacé plata para tener mejores y más minas.


¿Eso no es una presión? ¿Eso no es un mandato social?


¿Cuántas mujeres han admitido NO estar atraída por hombres que son “fracasados” o que no tienen suficiente dinero?

¿Cuántas mujeres han admitido buscar un “Hombre-Hombre”, nada de sensibles ni vuelteros?


Los hombres no SON básicos. Tienen estereotipos y presiones más simples y acotadas.


Todo mandato social es peligroso y reductivo. Toda presión social es nociva y lastima. Cualquier cosa que aleje de la libertad de identidad es una forma de violencia.



Difícil no es, entonces, imaginarse las presiones con las que un chico gay como yo creció 20 años atrás.


Esos 20 años pasaron, inescrutablemente, y aquí me encuentro. Con algún que otro hueco social. Con un montón de experiencias en áreas que para la sociedad son más femeninas que masculinas, por lo que son desacreditadas. Con un puñado de expectativas que no cumplí para mi familia y amigos: no terminé mi carrera universitaria, no tengo auto, no tengo una espalda amplia ni brazos musculosos, no tengo plata en el banco, y –para colmo de males- no me atraen las Princesas… sino los Princesos (ja!).


Toda esa información y presión constante se te agarran de las paredes del autoestima como un cáncer y te hacen, cada tanto, cuestionarte dónde estás y por qué. Te hacen castigarte sobre el rumbo que toma tu vida. Te hacen sentir débil y equivocado. Te obligan a estar explicándote y excusándote ante los otros constantemente.


Para mí, de alguna manera, tengo que admitir que venirme a Colombia fue escaparme de esas presiones… Irónicamente, ya que Colombia es el lugar más machista en el que estuve jamás.

Pero aquí tuve algo que nunca había tenido antes: cero ganas de satisfacer las expectativas ajenas.

En otra palabra: LIBERTAD.


Con el tiempo, trabajar con y para Bodra me mostró otra forma de empoderarme. Gracias a Dios todavía hay gente especial en el mundo, y una de estas resultó ser mi amiga, que en un “trabajo de hormiga” me demostró día a día que yo tenía un montón de cosas valiosas para ofrecer. Me enseñó que esas cosas valiosas no tienen género. Y me demostró que los buenos resultados no están anclados a seguir las fórmulas, sino a explotar la genuinidad con disciplina.


Aquí empecé, además, a ver a todos por igual: sexo, clase social, pensamiento espiritual o político. TODOS POR IGUAL. Cosa que es muy difícil de hacer en un país tan clasista como Argentina. O quizás (y me inclino más por esta opción) tuvo más que ver con mi estado de apertura mental y mi decisión a salir de mi zona de confort.


Una cosa me llevó a la otra y, cuando menos me quise dar cuenta, estaba participando de una ceremonia de ayahuasca. ¡Una locura!


Toda mi vida soñé con hacer una de estas ceremonias, pero siempre creí que jamás tendría el valor. Básicamente porque siempre creí que yo era un cobarde (o sea, lo opuesto al Príncipe Azul).


De la ceremonia tengo poco que contar:

Tres días de ayuno. El miedo más desesperante que experimenté jamás. Una choza redonda de piso de tierra en el medio de un bosque. Chamán, fogata, todo el show. Tomarse ese brebaje horrible y, después de vómitos y diarreas sentir el frío más insoportable que jamás vas a sentir en tu vida durante una noche completa.

Al final de las 12 horas que duró la ceremonia, y después de escuchar todas las maravillosas visiones que los demás tuvieron y yo no, tuve una revelación:


Toda esta gente estaba feliz y se sentía espiritual SOLO por los efectos alucinógenos de esta bebida que injirieron.

Yo, que había superado millones de obstáculos y que me había comprometido a mi proceso de crecimiento personal por décadas, yo que trabajaba constantemente en mis relaciones interpersonales y en mi conexión con el universo, no experimenté nada de eso… pero no por eso era menos espiritual.



Volvamos un poco el tiempo atrás:

  • Había dejado de un día para el otro todo lo que conocía: familia, amigos, mi perro, un trabajo, mis muebles y costumbres, mi “seguridad” para perseguir una experiencia distinta y enriquecedora. Punto uno.

  • Había vivido durante 7 meses en un país distinto, con costumbres y valores distintos, y me las arreglé para hacer amigos y para armar “comunidad” (como le dicen los gringos) con nada más –y nada menos- que la ayuda de mi personalidad y curiosidad. Punto dos.

  • Mi vida y mi identidad cambiaban de minuto a minuto, exponiéndome a incertidumbres y miedos, con ganas de abandonar todo y volver a mi vida conocida cada semana. Pero igual permanecí firme y abierto, tratando de aprender de cada cosa, persona y lugar que visitaba. Punto tres.

  • Recién volvía de Estados Unidos, una experiencia súper dividida e intensa. Con la posibilidad de volver y pasar meses allá, en un país en que se habla otro idioma y en el que no conozco a nadie. ¡Y totalmente dispuesto a hacerlo! Punto cuatro.

  • Sobreviví más de una ruptura amorosa, bullying, marginación social (suena fuerte, pero es cierto!), y montones de problemas familiares… como todos. Punto cinco.

  • ¡Y aquí estaba! ¡A punto de hacer mi ceremonia y exponerme a vaya uno a saber qué!


Hoy me pregunto:

¿Valiente no es quien realmente se compromete a ser feliz sin importar qué?


¿A caso no maté a mi propio dragón con mi propia espada para rescatarme a mí mismo de la celda en la punta de mi propia torre?




LA ESPIRITUALIDAD ES TENER EL VALOR DE ENFRENTAR TU MIERDA Y TRABAJAR DURO EN SUPERARLA.




¡¡Y eso me liberó!!


¡Por primera vez caí en cuenta de todo lo que hacía para obtener la aprobación o bendición de los demás! Incluso poner en juego mi espiritualidad siguiendo todas las “formulas” y “métodos” de los que escuchaba por ahí. Y, si hacía eso con mi espiritualidad... ¡¡¿Qué no haría con mi identidad de género y el resto de los aspectos de mi vida?!!


YO sé que soy espiritual, porque estoy comprometido a MI espiritualidad. Y no tengo que dar explicaciones ni pruebas al respecto.


YO sé que soy exitoso porque estoy comprometido a MI escala de valores y constantemente invierto y crezco en ella.


YO sé que soy un HOMBRE, porque así lo siento, independientemente de lo que el resto quieran hacer creer que un hombre tiene que ser.


YO sé que SOY un PRÍNCIPE AZUL.


MI VIDA EN UN RENGLÓN

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